Proyectado como sello de fuerza y gloria, como imagen del poder de la Casa de Guzmán, el majestuoso castillo de Santiago se alza imbatido desde el siglo XV sellando las defensas del recinto amurallado que los primeros Guzmanes construyesen para guardar su villa de Sanlúcar de Barrameda.

Sería el segundo duque de Medina Sidonia y séptimo señor de Sanlúcar, don Enrique II -no en vano llamado “el Magnífico”- quien, en el seno de sus grandes proyectos urbanísticos y estéticos para la villa sanluqueña, erigiese esta fortaleza como guarda del río, de su desembocadura, y de los caminos que por agua y tierra comunicaban la entonces villa con la gran metrópoli hispalense, río arriba por el Guadalquivir.

El castillo remataba el ángulo más expuesto de las murallas de Sanlúcar con su doble cinta de muros, su foso (ya colmatado), su puente levadizo, sus barbacanas, sus saeteras y su Torre del Homenaje, desde donde es fama que la reina Isabel la Católica contempló por primera vez el mar.

 

 

Por Manuel J. Parodi Álvarez. Doctor en Historia

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