Desde que Francisco Blanco fundara Bodegas Calleja en 1980 en un pequeño negocio de la calle Caño Dorado, ha pasado a poseer 28 hectáreas de vides, 700 botas y siete marcas de vino a lo largo de estas tres generaciones que ya han ido tomando las riendas de este negocio familiar, como es tradición en Sanlúcar.
A finales del siglo XX abandonan el local original del Barrio Alto para desplazarse al pago El Hornillo, mirador estratégico del río Guadalquivir y donde se encuentran viñas que dan esa fama mundial a Sanlúcar de Barrameda.
Y después de vender a granel y a otras bodegas durante años, a principios del siglo XXI ya comienzan a embotellar sus primeras marcas de Manzanilla, y en 2015 cogen ya la solera en mercado con marcas como Quinario, El Cerro o Blanquito.